15.7.17

El desborde es inminente. Ya. En cualquier momento. Puede ser ayer mismo. Mi alma está en estado de asamblea permanente por culpa de todo esto que no sé cómo mierda nombrar.
Si no se estrella el bondi, si no se me rompe el teclado, si no me cruzan en la calle para cagarme a palos y escupirme y decirme que pare, voy a terminar estrellándome contra esta ventana. Otra vez. Como todos los días. Ya no sé cuál es la forma de dejar de hacerlo, no sé cómo parar, lo juro. Intento así, intento hacerlo acá, para controlarme un poco y no mandarme más cagadas. Te juro. Te puedo hacer una lista de todas las giladas que me mandé en los últimos diez mil ochenta segundos. Te juro que todo lo que empiece a detallar acá no va a alcanzar. Porque mientras intento dar un paso, tiro todo esto, todo este impulso, toda este vacío, todas estas ganas de vida que no pueden detonar de a poquito porque están todas comprimidas en el mismo nudo que tampoco puede deshacer.
Pero me miento. Y aparezco acá cuando ya me mandé la cagada número quince del día. No te acerques, no te acerques. Hay un momento en el que no sé con qué voy a soltar, te lo juro. Creeme, por favor. Yo no soy esto. En realidad, no sé muy bien lo que soy, pero esto, esto me da mucho miedo. No puedo estar así mucho tiempo más, me voy a descerebrar antes. Meterme mil litros de algo en el cuerpo, en la sangre, en las manos. Sacarme. Sacar de mi todo eso que me hace desbordar sin nada que pueda tener en claro.
Completamente desorientado, a punto del estallido final, la cabeza no aguanta, la paz tiene que estar llegando. O tal vez nunca llegue. Y me quede en este estado, mudo de filtros, vacío de culpas. Tengo miedo que la cabeza me haga un click, me haga un sonidito y se destrabe completamente, pero para el lado que me da mucho miedo. Y no poder volver más. Sabés el terror que le tengo a la locura. Creo que nunca te lo dije. Siempre de lejos, siempre ajeno, por temor, por verme, por acercarme a todo ese mundo que nadie podría entender, mucho menos uno. Rozar todo el tiempo ese mundo que me llena de miedo. Rozarlo, pasarlo por al lado. Y un estallido final. No sé ya a quién rogarle para que pare todo esto, no sé cómo rogarme para parar todo esto. Y ni esto, esto mismo, esto de ahora, quiero parar pero no quiero hacerlo porque cuando pare voy a sentirme en el mismo estado que ahora. Porque nada alcanza, nada, nada de lo que pueda decir, gritar. Porque todo lo que estoy callando y que me aprieta acá en el medio de la panza mientras me cuesta respirar, no sé qué es. No sé qué nombre ponerle. No sé para qué lado correr para escaparme de esto. Se están rompiendo las letras, se está rompiendo algo en mí, no quiero, no puedo, no necesito todo esto. El terror, el terror que te hace llorar, pero llorar a los gritos, llorar y parar de teclear, llorar por el estallido final que no llega. Freno, paro, borro, intento respirar, pero no me sale. Y la gente no entiende cuando pedís realidad, no entienden lo de los ojos, no entienden lo de mirarse, lo de los gestos, el aire, cómo sonreís, mirá como sonreímos, mirá como todo esto desaparece, en un gesto, en un milagro de dos personas mirándose a los ojos y sonriendo. O tal vez lo entienden, y no lo necesitan de la misma forma que lo necesita uno. Y es lo más entendible del mundo, cómo mierda van a necesitar lo mismo dos personas que no saben qué tan coloradas se ponen las mejillas cuando se siente la vergüenza en la piel, dos personas que no saben qué tan fuerte ríen los dos juntos del mismo chiste, no hay forma de unir mundos que no tienen ganas de unirse. Y estás todo el tiempo obligándote a encajar en un tetris que se parece más a un ajedrez, y vos sos el peón que se mande de una y es al primero que comen, siempre sos el primero al que comen, y cuando lo volvés a intentar, no lo pensás, hacés los mismos movimientos. Otra vez, perdiste. Y ves toda la partida desde afuera, desde un costado. Fuiste el primer que perdió, y ahora qué hacés con todo este tiempo muerto hasta que todo vuelva a encajar.
Sos un tetris sin colores, sin fichas que encajen. Eso es tu estomago que no para de llorar acidez. Sos vos, en se dolor de cabeza constante, en el ruidito de las teclas que se van rompiendo, en una Spotify que se interrumpe con unas propagandas de mierda que te hacen asustar porque tenías el volumen muy alto. Sos algo que no sabes muy bien qué sos, pero hace un tiempo venís intentando explicarte, para leerte a vos mismo, hablándote a vos mismo, viendo quién mierda sos e intentando entender por qué tantos desbordes que creés que son inmaculados pero si cerrás los ojos y si respirás y si te obligás a respirar y a respirar, podés frenar. A tiempo. Sin necesidad de hacer todas estas giladas una y otra vez. Giladas que no se entienden por qué. Ni vos entendés qué es lo que te nace del medio del estomago, la furia, la tristeza, la angustia y todo eso que tomás para intentar dormir pero que te tiene enfrente de un monitor, bajando, bajando, respirando. Respirá. Te juro que en otro momento sigo con todo esto de tratar de entender sobre el destiempo, y por qué no puede haber una mirada real que nos una y nos mantenga, dos manos que se estiren y se alcancen y se miren, y todo esto se salve y nunca más tengas que volver a descargar en palabras que nadie entiende.


No hay comentarios:

Publicar un comentario