14.11.12


acá
La gente sonríe por mi
Y yo no puedo ni soltar sonrisa


qué me inhibe
qué me hace quedar quieto
con cara de naipe
estático

8.11.12


No creo poder alcanzar la eternidad.
Y no me preocupa, ya perdí el ardor de inmortalizarme en tus manos. No llego, no alcanzo, no quiero pasarme la vida intentando intentar.

No creo poder alcanzar tus miedos.
Y eso sí me preocupa,  porque estás ahí combatiendo segundo a segundo la angustia. Estás, y no estás. Te desmayas de desamor. Sonrisas finitas mezcladas con lágrimas constantes, se abre la canilla y ahí salen, infiernos que no te dejan en paz. Miedos profundos que te llevan a quebrar. Quebrar. Quebrar. Y después.

No creo poder alcanzar los pedacitos de vos.
Y eso ya ni sé qué me produce, es como quién vive recogiendo a los demás, juntando, pegando, haciendo sonreír. Así sos, así son las personas que se parecen a vos. Y cuando se quiebran. y cuando te quebraste, y quebraste y quebraste, te desvestiste en mil partes, un millón de pedacitos de vos se pierden por el mundo. Y me duele saber que vas por ahí, juntándote, reintentándote.  Más duele saber que dibujás la sonrisa.

No creo poder alcanzar tu sonrisa,
Y eso ya ni me importa. Disimular la risa, hasta reír de verdad, a veces no queda otra. Pero no puedo alcanzar tu sonrisa, así, tan, tan, así. Eso, sonreís y sos paz. Por eso duele, duele tu sonrisa disimulada, duele que no creas que el mundo puede entender tu dolor, duele que el mundo no entienda tu dolor.

No creo poder alcanzar tu dolor.
Y eso duele. Me duele no alcanzar tu dolor, curarlo. No quiero emparcharlo, ponerle una curita con un adhesivo que desaparece ante cualquier viento o roce fuerte. Viste cuando curás, borrás, cambiás un dolor por amor, así. Eso. Curar tu dolor.

No creo poder alcanzarte hoy.
Y miento si digo que ya no me importa

5.11.12

y el último gramo de dignidad entra en una tapitadeseguíparticipando.
ella no llega a acá, entonces yo te escupo todo lo que te extrañe en este medio siglo, medio día. todo lo que hacemos es para llamar tu atención, unos pelotudos de frac. y vos, no necesitas que te mire nadie, no vas enamorando ni avivando giles por ahí.



lo único que queda es estirar los labios, pintarse la sonrisa y mirar. hablar, distraerse, decir hola, preguntar por la vida, y el clima. especialmente hablar del clima.

y si alguien descubre el verdadero color de nuestra mirada, a no entusiasmarnos, no creamos en la salvación de cristal.
seguramente, claramente, no es la correspondida (palabra desagradable), sólo tiene un buen corazón  y el mundo entero es testigo.

no inundarse, no llenarnos de amor descomunal, no nos va a salvar la vida como esperamos.

el tema es que sabe mirar y a nosotros nos enamora eso, sabe mirar más acá. y eso no significa que te vaya a amar, a arropar. no significa que tengas que dejar el maquillaje en la almohada y vayan a solos a conquistar el mundo y de la mano. no, ella va a traer a todos, va a traer al ejercito que enamoró, y vos vas a ser un soldadito más maravillado por su mirar.






y hay algo que vos no entendés.  es eso del egoísmo. no te hace feliz.


4.11.12


¡Ayyy Dios!  Se agarra la cara, gesticula. Ella se levantó y él se agarra la cara. Soy un pelotudo, quién me mandó a estar acá. Acá es un local de comidas rápidas. Ella vuelve, se escucha Cristian es un buen padre. Él se ríe, uyy, no, tengo que ir a ver a River, el nene internado y él va a ver a River, qué buen padre. Silencio. Cristian no es histérico como vos. Cristian es un pelotudo, le decís que se tire de un quinto piso y se tira, es un boludo. Por momentos no se escucha lo que dicen, y él se enoja, se enoja mucho. Dejá de mentir porque te voy a romper la cara, así nomás te lo digo.  Ella se ríe, con una bolsa en su brazo izquierdo que está apoyado sobre una mesa que da a la avenida. Una remera roja. Una cartera que le cruza la espalda. Sólo se ve su espalda. Delante de ella, él. Remera negra, pelo cortito peinado con gel. Sus ojos miran la izquierda, la avenida, miran la derecha, la gente que come , y especialmente la mira a ella, angustiado y con rabia. Ella sonríe, pero también se enoja, no se escucha qué dice. Y él pone cara seria. ¿Quién es la madre de la nena, vos o tu mamá? . Tienen una hija en común, cuatro años. Y ellos se encontraron en un local de comidas rápidas para hablar de la nena. Hablar, discutir. Refunfuñar. Me hincha las bolas, te digo que te la llevo el domingo a las ocho, y me llamas el viernes, el sábado y el domingo. Y ella dice que se preocupa porque llega tarde, media hora tarde, una hora. ¿Alguna vez estuvieron juntos en estos cuatro años?. Yo trabajo todo el día por la nena y vos te cagas de risa. Y ella ya no se ríe, le habla rápido, sin tomar aire, pero la voz no llega porque está su espalda de por medio. Y también hay una nena de por medio, de cuatro años. Y ellos discuten. Se pelean. Se cansan. ¿Llegaron a algún arreglo, o siempre es lo mismo? Se saludan en la mesa, pero bajan juntos la escalera y se pierden de vista.

Al rato.


Un nuevo él. Se sienta, camisa clara, arremangada. Se seca la transpiración. A  los minutos se ve una nueva ella. Camina lento, remera grande. Él la espera con una bandeja en la mesa. Ella le sonríe, se sienta. Comen. Hablan bajo, se ríen mucho. Callan mucho. Se miran fijo. Ella está embarazada.