19.10.11

Hay una especie de constante necesidad enferma, desprenderse de todos los prejuicios en lugares que a veces creemos que no son adecuados.
Toda esta vulnerabilidad de mi espalda al aire, mis piernas rozándote, para qué.
Qué es eso de no esperar a que vos me saques la ropa, y sí, decirte tomá, acá están mis piernas, esto soy yo, no hay nada más por conocer.
Por qué todo el tiempo:
Desnudar desnudar y desnudar, desnudarme de las dudas y los miedos que llevo en la vida, volverme seguridad y purificación de besos en almohadas, qué necesidad hay de sentirme vivo en cada caricia desconocida, si después me siento la persona más indefensa de todas.
Todos, damos intimidad, mostramos las mierdas más profundas sin miedo al rechazo, siempre en el mismo lugar, en la almohada mostramos las mierdas más intimas sin miedo. Pero siempre existe un después, por una cuestión pelotuda externa, hablar, tener que hablar, acordarse. Ventilar privacidad. Hay algo que la gente no entiende, hay algo que yo no entiendo a veces, si buscamos exhibicionismo vamos a desvestirnos en medio de la peatonal. Pero por algo en el cuarto, paredes, por algo esto de vos y yo. Por algo nadie más. Por algo vos conocés todas mis mierdas, mis miedos, por algo yo conozco toda tu inestabilidad. Decidimos mostrarnos así, reales sin miedo a sentir, sin miedo a vivir. Decidimos desnudarnos de la vida y estar ahí, mirándonos a los ojos, un simple amor. Que dura un minuto, un mes, un polvo o diez. Que dura una caricia eterna o tan solo quince segundos empezando desde ahora. Qué importa el tiempo, qué importa eso si lo único que existe es sentir la realidad. Lo real.
Pero eso nos endroga. Y queremos más, queremos más realidad, pureza, aunque dure tan solo diez segundos el nirvana, el no pensar, el no vivir por los demás. Vos y yo, nadie más.
Una droga a veces sana a veces mala que me hace sentir que todo el dolor del mundo se apaga en un beso, una droga que a veces logra callar la mente, y otras en una especie de defensa estúpida del ego se bombardea la cabeza hasta querer hacerla estallar, querer intentar alejarme del todo. Esos miedos mamados que no quieren que le sonría al sol.
Una droga, sana, mala. Como todas. Enferma.
Quién no está enfermo. Que lance la primera piedra, o sea el primero en sacarse la ropa.

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