Los ríos
que no vemos a punto de desbordarse. La cama ingenua espera tus manos. Mis parpados
muriendo (no te preocupes, mañana vuelven a nacer) sin haberte mirado más de un
año entero, de mañana a mañana, de hora en hora, de llanto en llanto. El mundo
sonríe y vos allá. Sonriendo. El mundo sonríe y yo acá. Sonriendo. O, eso
intentamos los dos. Creemos. Sentimos. Realmente sentimos, sonreímos. Por un
rato, por un segundo, por un mundo. Y a veces pensamos que no somos nadie, pero
otras veces nos sentimos llenos sin una boca que admirar. Y a veces, siempre,
casi siempre, todos los días, nos falta ese algo. Un poquito más. La sábana con
un único olor. Los oídos a punto de estallar de tanto ruido desparejo, sin
voces que calmen los diablos. Y allá, y acá. Y tan
lejos, insultar. Maldecir. De qué sirve. Para qué. Cómo. No somos algo, aunque
seamos perfectos. Sin vos, sin mi. Somos. ¿Por qué si así somos, vamos a
necesitar del otro para ser? Necesito seguir
siendo, antes que se me acabe la energía. Apagarme, no quiero.
Allá, acá, por ahi, abajo del cielo, arriba del mundo. En el pasado, presente o futuro.
ResponderEliminar