9.9.11

varietéliteraria7/9matienzo1

Giramos la mirada, prestamos los oídos
y empezamos a ser parte de sueños
que algún día esperamos alcanzar.

Crecemos pendiente de las imágenes,
construimos palabras, vestidos y acciones
en base a lo que esperamos ser

No digamos imponer,
pero nos llevan a creer que todo eso que está ahí
es necesario o descartable
Y lo que más nos hacen creer
es que el mundo no es mundo sin ellos ahí.

No es nada nuevo lo que estoy diciendo.

Hay mil teorías sobre esto.

Pero a su vez
hay ciertas vidas desconocidas
que lograron contarnos
que todo eso, es mentira.

Cuenta la historia
que había un Norcoreano
que se crió en un pueblito a unos kilómetros
de Massachusetts, y que se cree que desapareció
hace pocos años acá cerca, en Monserrat.

Hay un enigma en los últimos años de su vida,
Es el de su paradero.
La última vez que se lo vio, fue por ahí,
donde dije, en el barrio de Monserrat.

Lo que se sabe es que él iba dejando palabras escritas
a sus personas más cercanas.

Hace un tiempo que están intentando
recopilar todas sus tildes,
Y así reconstruir su historia
para encontrarlo.

Lo que yo puedo decir, es que
los dos últimos datos que se tienen
son los siguientes:

Un conocido de él, argentino,
de nombre reservado,
dice que la última vez que
la mano norcoreana le escribió algo
tenía dos oraciones.

Una decía
“Tacto perdido, sentidos atrofiados”.

La otra
“Cerrá los ojos”

Por lo que pude averiguar,
y lo que me explicó su conocido argentino,
en resumidas palabras, es que el norcoreano
decía que nuestros dedos acostumbrados
al zapping diario de cada día,
perdían de a poco el lujoso juego de acariciar pieles.

Cuerpos, brazos, piernas, panzas.

Me explicó su allegado, que el norcoreano tuvo la necesidad
Dde explicarle un poco lo que sentía
porque en ningún lado de eso que decimos controlar,
nos muestran lo que realmente está pasando, en ningún lado
nos remarcan, nos cuentan en voz baja, en secreto
O en mudo, que el tacto es otra cosa.

Cuenta la historia que el hombre
después de tanto tiempo de poner
el aparato en sleep antes de dormir
Decidió apagarla. Desconectarla.
Y sacarle las pilas al control remoto.

El último dato que los que se interesaron
en reconstruir su vida tienen,
es el de una señora de unos sesenta y dos años de edad
que dice que una vez hace poco más de veinticuatro meses atrás
tomó el té con una jovencita que aparentaba tener unos veintilargos diciembres.

Y que entre infusiones y bocaditos,
le contó la historia de un norcoreano
criado en Massachusetts, que estaba viviendo en Monserrat,
que un día decidió apagar el televisor y
compartir algunas noches con ella,
en la misma cama.

Lo que cuenta la señora mayor
que le contó la jovencita,
es que un día se sentaron juntos
en una plaza del barrio, a sentir el aire,
con la excusa de que el sol le enseñaba a respirar.

Dice la joven que el hombre
sacó una servilleta
y le escribió:
Basta de mundos desimaginarios.
Todo esto es real, mis dedos dejaron de vivir
el día que conocieron el zapping.
Pero mis dedos vuelven a nacer
Cada vez que recorro tu cuerpo.




Dicen que la historia del Norcoreano es tan falsa
como lo que están pasando en este momento
en los ochentaycincomil canales de aire y de cable
que nos intentan vender realidades distorsionadas.

Lo que también dicen
es que la historia del Norcoreano
nunca la van a pasar
en un horario central.

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