28.1.11

Me estoy por pegar un tiro. Me estoy por estrolar de lleno contra la pared. Porque la imagen que me sigue es la de mi cabeza chocolateada por culpa de una pared. De las cuatro. Llegar a la cuarta casi rendido y con felicidad. Último segundo de dolor. Mirá, acabo de hacer el gesto. Cabeza hacía atrás. Cierros los ojos. Golpe tan seco como marca de un lápiz en secante.
Hay que amenizar la espera, alimentar más los fantasmas. La música me lleva a lo más profundo, y oscuro de mí. Me pongo los auriculares y escucho canciones que me desgarran todavía más el alma. Tal vez un último mecanismo de defensa, el último manotazo de ahogado, sentirse un segundo no solo. Alguien canta lo que yo no sé cantar, lo que mi turbia y drogada voz no puede cantar. Desafinar. Alguien canta cosas que yo nunca pensé, y las siento tan mías, todavía más mías que suyas. Una, otra, y otra vez suena la misma canción. En un castellano deformado, hermoso. Hay que buscar la letra.
Porque no sólo del oído se ameniza una espera. Hay que leer.
Gugel, ahí voy. Te busco canción, te encuentro en varias paginitas, entro. Letra deformada, suenan parecidas a lo que oigo, pero no concuerdan. Ni entre ellas concuerdan.
Me pierdo, canto algo que no sé cantar.
Vuelvo y busco una vez más la letra.
Pienso, la leo, rompo las rejas del balconcito-ventana y me tiro. Pum,clash,pshh, o la onomatopeya que suene para cuando un cuerpo que todavía resiste cae de lleno al pavimento. Y yo no quiero que vengan los pelotudos periodistas a hablar de “milagro” si no logro mi cometido. De qué milagro podés hablar, si alguien se quiso suicidar, y no lo logró. Quedó a mitad de camino. Y encima los titulares que hablan de “milagro”. Milagro de que todavía la gente pelotuda amarillista exista.
La onomatopeya que sea, que prefieras. Chocolate alrededor. Aureolas de sangre. Y que mi cerebro quede a un costado de mí, lo único que falta, irme y seguir pensando. Maquinando con una constante mezcla de goteo, de tictacs, y zumbidos.
Sigo. Busco la letra de nuevo. Busco palabras que inconcientemente produzcan esa ambigüedad de hacerme sentir acompañado y solo. Qué linda canción, quiero leer lo que dice.
Vuelvo a Gugel y entro a alguna paginita a la que todavía no entré. Clic.
LA PUTA QUE TE REMIL PARIO, papanamericano de mierda. Yo me quería matar en paz, y venís vos a sonar, sin que yo haya tocado nada.
Peor. Lo peor es que arruinas todo el climax orgásmico sumergido en lo más triste de mí, en el que estaba.
Y sonás, y arruinas la canción que ahora suena de atrás. Tres putos segundos. Cinco. Que suenan a diez minutos.
Qué canción tan pelotuda. Que hijo de mil puta el que se llenó de guita haciendo una pedorreada así.
Vos te querés matar y un pelotudo te desfoca. Así no era como lo habíamos pactado. Papanamericano te ganaste el premio al hijo de puta del siglo.

25.1.11

Lograr con cada tilde mal puesto un poco de compasión del mundo. Y que vengas, me beses, decidas coger conmigo, y salir de la mano por ahí. Sentirse interesante, importante, un rato. Vivir en esa utopía de no soledad, la antítesis del miedo existencial. Lograr el amor en compañía, y entender de una puta vez que el amor no sólo se puede ver desde mis ojos, si no desde los tuyos. Vernos, estallar en amor, irradiar alegría para que el mundo se contagie de nosotros. Ser un canal de paz, de armonía, y de no desilusión. Y caernos, y levantarnos, y caernos y levantarnos.
Inventar palabras, para que te maravilles con estas pelotudeces escritas. Escaparle un rato a la realidad, vacía, de contenido emotivo y social. Y tal vez escribirte cosas para que tu mente haga clic de nuevo, y me veas, y te desnudes ante mi, y me chupa un huevo tu ropa, y tu cuerpo. A mi me importás vos, me importo yo en vos. Me importa el nosotros. Y el de repente, que tu mano acaricie mi mano entre tantas manos mirando la nada, eso, eso es amor. Y el que no lo quiera creer, que se haga coger por un burro. Me importás vos, tu sonrisa, tu cara, pero más me importa tu sonrisa ahuyentando demonios y fantasmas en compañía de la mía. ¿No era lo más increíble del milenio nuestras sonrisas en la misma secuencia, y en el mismo tiempo y espacio? ¿No formabamos parte del complot más perfecto y anárquico para hacer que este mundo deje de ser una mierda? Ese complot, tuyo y mío, la puta madre, no quiero lagrimear como pelotudo.
Y nuestro mundo, y nuestra imagen, imbatible ante las horas reloj, que me picoteaban la cabeza, que me picotean la mente.
Y podría seguir diciendo una sarta enormes de pelotudeces, y ninguna va a describir esta paz que sentí con vos, que sentí que sentías conmigo. Y nadie me lo va a quitar, porque a nadie le interesa quitármelo. Tal vez yo mismo, en ese boicot que hago día a día contra mi sonrisa y mi plenitud, amanezca un día y te quite de acá.
Y es tan obvio que todo esto, tiene ese fin de que mañana me mires, y te disloques el cuerpo por besarme, por decir que nos dejemos de joder.
Rocas que pisamos sin entender realmente donde estamos por caer. Nos resbalamos y nos damos de lleno la pera contra otra roca, contra el suelo. Contra el agua que nos entra en la boca, en los ojos, en los oídos. Se me tapa el oído derecho y acordate que yo no sé nadar todavía.
Pero vas a leer esto, y vas a pensar que me tengo que dejar de joder. Yo pensaría lo mismo. Las rocas que pisamos por algo las pisamos, tal vez por rutinarias costumbres de pensamientos, que hoy queremos romper, y todavía nos cuesta. El miedo está en la mente, y el miedo no existe. Nada existe, más allá del amor. Nada existe, más allá de vos, de las guerreras que dan batalla junto al sol. Todo existe más allá de vos, reinas y princesas que demuestran en cada suspiro la sutileza que nos regala un aire para no dejar de respirar. Y de sentir.
Lo sé, nada de esto tiene sentido, si no vamos a hacer estallar el mundo otra vez, otras veces. Hasta la eternidad. O no lo sé. Realmente no lo sé. Tal vez necesito decírtelo, tal vez lo entendés, y no hace falta romperte más las pelotas, pero no sé si entendés, que eso maravilloso quebrantó en mi cualquier escudo contra el perpetuo latir.
Nada tiene sentido.
Todo tiene sentido. Vos. Yo. Nuestros pasos, intento alcanzarte, intentás alcanzarme. Intento acompañarte. Decime si eso no hace valer la pena. Sí, estoy ciego en un momento, en algo que me hizo escapar, entender, creer, inventar, amar.
Momentos en que fui realmente feliz. Logré la paz.
Y ya no me importa todo eso. O sí. No lo sé.
Pero esto, no va a lograr su cometido. No voy a lograr que volvamos a esos momentos de plenitud, de creerme parte de vos, de creerte parte de mí, de creernos parte del todo. Me encantaría, me encantaría, que este capricho tonto, se vuelva a palpar, a vivir, y más que capricho, sea el juego más valiente y digno de acariciar. Pero es eso, el tonto capricho. Y nada más.
Crecer.
Dejar de hablar en tercera persona, y saber que el que habla soy yo. Aprender a decir YO sin vergüenza, sin miedo. Aprender que el egoísmo no es malo. Que primero tengo que estar Yo. Que si yo sonrío, el otro va a sonreír.
Crecer.
Aprender a separar, la realidad, de lo que se siente y de las imágenes que distorsionamos en la mente. Aprender a palpar, a callar, a hablar.
Crecer no significa dejar de jugar, o ocultar el corazón. Al contrario, seguir jugando con el corazón en la mano, con las precauciones necesarias para no derretirnos en el asfalto, no ser un huevo frito. No ser pelotudos. Quedarse siempre con un vuelto, “regalarnos” a cambio de dignidad.
Crecer.
Respetarme. Tengo que respetarme. Me tenés que chupar un huevo vos, primero tengo que vivir yo. Aceptarlo.
Decidirse. Matarse ya mismo. O vivir. Asumir que la no valentía a desaparecer, son ganas de vivir. Vergonzosas, tímidas ganas de vivir.
Bailar. Gritar. Amar. Tocar. Sentir el agua, el aire, la tierra. Sentir que soy parte de algo. Que no soy menos ni mas que vos.

Vivir. Dejar de cagarme en las patas.

Vamos a hacer algo de ahora en más. Con sinceridad.
Vivir el hoy.
Está bien, agendar para mañana. No planear. No quiero planear, pensar. Observar.
Quiero, voy a.
Vivir el hoy.
No quiero estudiar más la “GuíaT”
Vamos a hacer algo de ahora en más. Con sinceridad.
Cada vez que la cabeza nos ataque, cada vez que el mundo se vea perjudicado por nuestra cabeza, vamos a sentarnos y a respirar.
Sentir la respiración. Vamos a volver a pensar.
Levantar la mirada, y sentirnos respirar. Que la mano sienta el aire, sacar la mano por la ventanilla, sentir las paredes que separan algo privado del aire que es nuestro.

Sí.
De ahora en más
Vamos a hacer algo.
Con sinceridad.

Respirar el hoy, dejar de pensar en mañana y en ayer. Dejar de pensar en mí. Y empezar a sentirme a mí.

Quiero dejar de sobrevivir.
Bailemos.